En agosto de 2021, me enteré de que estaba embarazada tras unos meses intentándolo. Estaba eufórica. Nuestros planes familiares estaban encajando a la perfección. Dos semanas después, empecé a sangrar. Llamé al médico comprendiendo que estaba sufriendo un aborto espontáneo. Me afligí adecuadamente, y con esperanza, empapándome de las historias de amigos que experimentaron abortos espontáneos: «la siguiente vez que nos quedamos embarazados, ¡no tuvimos problemas!».
Unos meses después, tras haber empapado mi tristeza y mi estrés por la pérdida en altas dosis de esperanza, estaba embarazada de nuevo. Recordando las historias de mis amigas y confiando en la seguridad que me daba Internet de que este embarazo se mantendría, me puse manos a la obra. Hasta que, una semana más tarde, volví a sangrar.
Esta vez, una nube gris y llena de ansiedad empezó a seguirme. Estaba irritable y era incapaz de controlar mis reacciones con facilidad. Quería aislarme de los seres queridos que intentaban ayudarme. No sólo llegaba tarde al trabajo la mayoría de los días, sino que además no me implicaba en mi trabajo tan profundamente. Nuestra casa estaba más sucia y mi hijo comía muchos nuggets de pollo, ya que cada tarea le parecía extremadamente tediosa. A pesar de dormir bien por las noches, me sentía cansada todo el tiempo. Mis pensamientos pasaron de ser esperanzadores a temerosos. Afortunadamente, como terapeuta, sabía que estos síntomas iban más allá de mis típicas reacciones de duelo y estrés. Había llegado el momento de buscar ayuda de un profesional.
Experimentar tristeza, bajo estado de ánimo, aumento de la preocupación, deseo de mantenerte aislada es normal e incluso esperable tras un aborto espontáneo. Sin embargo, si notas (u otros notan) un cambio más profundo en el estado de ánimo y el funcionamiento, como: preocupación excesiva, aumento del miedo, episodios de llanto, desesperanza, impotencia, culpabilidad, vergüenza o autoinculpación, incapacidad para realizar las tareas rutinarias, disminución del deseo de dedicarse a aficiones, cambios en la alimentación o el sueño, o pensamientos suicidas, puede ser indicio de un problema de salud mental más complejo. Hay terapeutas especializados en atención perinatal y múltiples grupos de apoyo online y presenciales para ayudarte. No estás sola.